“Miramos para la cumbre…Yo veo la primera y la segunda montaña. Y ahí no se ve nada, es todo gris… Cenizas por el suelo en toda la aldea”
Esta es una de las frases que recogieron desde la Cadena SER de los testimonios del incendio de Gran Canaria de este agosto. Distintos pueblos tuvieron que ser evacuados por la magnitud del incendio, que a día de hoy está controlado, aunque no extinguido.
Pero eso, desafortunadamente, no es una novedad. Cada año hay numerosos incendios en España y cada vez son más virulentos. Este 2019 destacan los incendio de la Torre de l’Espanyol, en el sur de Cataluña y el de Gran Canaria, el peor de lo que llevamos de año.
Este 2019 ya han quemado más del triple de hectáreas que en el mismo período del año pasado, aunque no es el año con más incendios que ha habido en los últimos diez años (llevándose la palma 2012).
Un ejemplo de grandes incendios son los que ocurren en California, donde se queman miles y miles de hectáreas, así como numerosas casas. Esta foto pertenece a un incendio en Florida. Fotografía de la US Fish and Wildlife Service Southeast Region.
Yo me he criado en el Empordà, en el noreste de Cataluña, una zona que ha vivido diversos grandes incendios en los últimos 30 años, de las más afectadas de una comunidad demasiado habituada a estos fenómenos. Por este motivo entiendo cómo se sienten los vecinos de Gran Canaria en estos momentos. Y también los habitantes del Amazonas.
Ahora, hay una diferencia muy grande entre los incendios que tenemos aquí comparados con los que hay en el Amazonas: no son causados voluntariamente (al menos en la gran mayoría de casos), sino que son un producto de las condiciones climatológicas causadas por la crisis climática junto con la imprudencia de ciertas personas. Mientras que en el Amazonas sí que son causados deliberadamente para obtener terrenos cultivables o de ganado, sea para subsistir o para que corporaciones se enriquezcan.
En el caso de los incendios en el Amazonas (que son muchos y no uno grande), la política de Bolsonaro ha tenido mucho que ver. Desde que llegó al cargo ha actuado en contra de la protección de la naturaleza, favoreciendo la deforestación y siguiendo unos supuestos planes para acabar con esta gran jungla. El aumento del 84 % de los incendios es el resultado de esta política, y no es culpa de las ONG como dice el presidente brasileño. Y el clima de la zona, en época seca, tampoco explica el aumento.
Pero para cuando nos enteramos de estos incendios, ya habían pasado unas dos semanas. Siendo el Amazonas tan importante como han querido mostrar los medios de comunicación (que lo es), ¿por qué no dijeron nada antes? Cuando Notre Damme ardió, al minuto 1 lo sabía todo el mundo.
La deforestación está ligada con los incendios del Amazonas. Fotografía del CIFOR.
Uno de los motivos es porque los sucesos cercanos tienen más impacto que los lejanos. Otro es porque había un montón de gente en París grabándolo, mientras que en medio de la Amazonia no había casi nadie haciéndolo. Como tampoco nos hemos enterado de los incendios en África o en el sudeste asiático, hasta que ha habido los de Brasil.
Por el contrario, sí que fueron noticia los terribles incendios de Alaska y Siberia de este año, ligados a la crisis climática. Pero, ¿cuánta gente hubo en las redes sociales que pedían que no se quemaran esos bosques? Creo que no tanta como con el Amazonas.
Tal y como dijo Frank Cuesta en un polémico (cómo no) vídeo: hay un ecologismo de postureo que solo ve lo que le interesa. Todos los incendios causan daños y emiten gases de efecto invernadero, pero ¿por qué es más importante el Amazonas que Siberia? Tanto que la gente está compartiendo fotos falsas y bulos para dar más énfasis a sus sentimientos, aunque sea inconscientemente.
Ni el Amazonas ni Siberia son realmente el pulmón del planeta, porque lo son los océanos gracias al fitoplancton. Y no son los únicos sitios que están ardiendo. La NASA publicó una imagen que muestra los incendios en todo el mundo que hay actualmente y por qué están ocurriendo. Pero no es ninguna novedad que ardan ciertas áreas, tal y como que se ve en el siguiente vídeo, que muestra los incendios que ha habido entre 2012 y 2018:
Ahora bien, hay que tener en cuenta que, en algunas zonas del planeta, los incendios son necesarios para el buen funcionamiento de los ecosistemas. Y numerosas especies, sobre todo plantas, se han adaptado a que los incendios sean una parte intrínseca de su ecología: las semillas germinan después de un incendio (como las jaras) o se dispersan gracias al fuego (como los pinos), los troncos sobreviven gracias a una gruesa corteza (como el alcornoque). Un ejemplo de esto es la zona mediterránea: fijaos que todas estas plantas están presentes en España.
Imagen de satélite del incendio Ferguson, de este agosto en California. Fotografía de la NASA Goddard Space Flight Center.
El problema radica cuando el ser humano cambia los usos de los suelos, cuando la crisis climática genera más sequías y cuando la gente se quiere enriquecer a costa del medioambiente. Ahí es cuando un fenómeno natural se convierte en un desastre de proporciones grandiosas.
Es lo mismo que pasa con las tormentas, que son habituales, pero con la crisis climática serán peores, o con las inundaciones, que ocurren de forma natural, pero si cambiamos o alteramos el curso de los ríos causan graves daños.
Resumiendo, los incendios seguirán existiendo y seguirán quemando hectáreas. La cuestión es si vamos a dejar que personajes como Bolsonaro tengan mano ancha para quemar lo que quieran y si vamos a actuar para evitar que la crisis climática vaya a más. Solo con un cambio de actitud y hábitos podremos proteger lo que queda de planeta. Eso sí, hacerlo de verdad y no solo a través de las redes sociales.
DH
Divulgador Herbívoro 